En El País
23.06.2015
Una ONG recorre los asentamientos donde viven 250.000 personas para hacer planos y facilitar la entrada de ambulancias
Por Carlos E. Cué
Forman parte de la estampa urbana de Buenos Aires, una de las grandes megalópolis, y en ellas viven unas 250.000 personas, pero las villas miseria no están en los mapas. Figuran como una mancha porque nunca fueron reconocidas como territorio urbanizado. Son tierras ocupadas. Una ONG se encarga ahora de trazar estos mapas con un fin simbólico y otro práctico: para que sepan dónde ir las ambulancias y los habitantes puedan reclamar cloacas, electricidad, agua corriente.
Es imposible no verla. Cientos de miles de automovilistas pasan por delante cada día para llegar al centro de Buenos Aires. Está en el corazón de la ciudad, justo frente al barrio más caro, La Recoleta. Es la Villa 31, que literalmente se descuelga desde la autopista. Y sin embargo, si uno acude a los mapas oficiales, o a Google Maps, la villa no existe. No hay nombres de calles, ni nada por el estilo. Solo una mancha con algunos cuadraditos. Y eso que allí viven al menos 40.000 personas, tantos como en una capital de provincia como Soria.
La contradicción entre la Villa 31, con sus casas de ladrillo y chapa de tres o cuatro alturas y sus calles de tierra con niños jugando al fútbol, y los hoteles de lujo justo enfrente, donde duermen las estrellas y famosos que acuden a Buenos Aires, forma parte de la esencia de América Latina. El balcón más lujoso del hotel más caro de Buenos Aires da precisamente ahí. Al fondo está el espectacular Río de la Plata y debajo la villa.
El asentamiento no para de crecer, entre otras cosas porque allí viven algunas de las personas que trabajan en las casas buenas del centro, desde mujeres de la limpieza, niñeras, chóferes y todo tipo de servicios. El terreno es público, en este caso los alrededores de las vías del tren. Y ningún Gobierno se atreve a echar a los vecinos pero tampoco a legalizar la situación.
Eso es lo que busca un grupo de ONG argentinas: dar visibilidad a esa realidad, asumir que son barrios como los demás, exigir que se urbanicen y ayudar a los vecinos a organizarse para reclamar mejores servicios. Avina, Wingu y ACIJ se han unido, con financiación privada, para trazar los mapas de todas las villas de Buenos Aires.
Vivir en una villa genera muchos problemas. No solo las ambulancias no saben dónde ir, los vecinos no pueden encontrar una dirección.
“Queremos colocar estos barrios en los mapas por una cuestión simbólica pero sobre todo para que los vecinos se animen a dar visibilidad a sus problemas, a reclamar, a asumir que tienen los mismos derechos, queremos acabar con la segregación”, asegura Sebastián Pilo, codirector de ACIJ, la encargada de desarrollar el proyecto sobre el terreno.
El trabajo, que ya se ha realizado en cinco villas de Buenos Aires y se hará con todas, incluida la famosa 31, consiste en acudir con voluntarios de las ONG y con líderes locales, los llamados punteros —las villas están muy controladas por los distintos partidos políticos porque suponen un importante granero de votos que puede hacer ganar elecciones locales— para trazar poco a poco el mapa de cada una de las calles, las escuelas que hay dentro de las villas, los centros de salud, casi siempre precarios, los comedores sociales, los lugares de reunión de la comunidad.
Y sobre todo en identificar dónde están los problemas: falta de cloacas, de agua potable, de luz. En la web se puede apreciar con claridad el antes y el después y su efecto en los mapas.
“Vivir en una villa genera muchos problemas. No solo las ambulancias no saben dónde ir cuando hay una urgencia. Los vecinos no pueden poner una dirección cuando buscan un trabajo. Tienen problemas de acceso al agua, de iluminación, de casi todo. Formalmente son terrenos baldíos, pero en realidad son barrios de vecinos donde la presencia del Estado es mínima. Lo que estamos haciendo es tratar de mejorar la calidad de la democracia, luchar contra las desigualdades y defender los derechos humanos”, asegura Pilo.
Cada villa es un mundo. Las hay muy duras, dominadas por el narcotráfico, como la 1-11-14, donde es frecuente que haya tiroteos y muertos. Otras, como la 31, son mucho más tranquilas. Los argentinos asumen que las villas no se van a ir. Ahora además todas estarán en los mapas. Una realidad ya imposible de negar.
Crecimiento imparable y semáforos
Nadie sabe con precisión cuánta gente vive en las 14 villas y 24 asentamientos de Buenos Aires. Se estima que entre 250.000 y 275.000 personas. Pero lo que sí se sabe es que están creciendo. Los alquileres fuera de allí son inasumibles para muchos trabajadores, sobre todo los informales e inmigrantes que no pueden presentar avales. Allí dentro no los piden. Desde 2010 han crecido un 70% y desde el 2001 un 150%. En 1995, en la Villa 31 vivían menos de 8.000 personas. Hoy rondan las 40.000, más de la mitad extranjeros. Tantos que por primera vez han puesto tres semáforos para ordenar el tráfico caótico de sus en sus calles estrechas.