Prensa21.07.11
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/ Prensa
La sociedad indiferente (Diario de Cuyo)
21/07/11
Los
reiterados escándalos de
corrupción pública y
privada,
que se
han sucedido desde la
reinstauración de la
democracia en la Argentina,
han tenido amplia repercusión mediática pero el
papel que ha
desempeñado la
Justicia en
cada caso ha
sido prácticamente insuficiente, y
por ello la
inquietud social
frente al
tema roza con la
indiferencia.
Esta podría ser la
síntesis de un
estudio titulado “
Acciones colectivas para reducir la
corrupción en Argentina”
que ha
sido elaborado por cinco de los
máximos especialistas en el
tema, Sergio
Berenzstein,
Martín Böhmer, Guillermo Jorge, Alberto
Föhring y
Ezequiel Nino,
analistas y
sociólogos,
cuyas conclusiones fueron publicadas recientemente por la Universidad de San
Andrés, la
Asociación civil
por la
Igualdad y la
Justicia y el Centro de
Implementación de
Políticas Públicas para la
Equidad y el
Crecimiento (
CIPPEC):
sugieren que hay
una indiferencia social en el
problema. El
trabajo analiza el
financiamiento de la
actividad política y
las compras públicas en el
mercado de
medicamentos y
equipamiento médico, dos
ámbitos donde interactúan la
corrupción y
pública y la
privada.
Observan que hay
una indiferencia social en el
problema,
debido a
que la
premisa según la
cual los
ciudadanos castigan con
su voto a los
candidatos asociados con la
corrupción pública no
parece, salvo
casos extremos,
ser válida en el
estado actual de
desarrollo de la
democracia argentina. Los
incentivos políticos para tomar en
serio los
problemas de
corrupción disminuyeron aún más en el
contexto en el
que,
por un
lado, la
actividad asistencial requiere cada vez más capital y,
por otro, el
debilitamiento de los
controles y el
manejo de
hecho de los
fondos públicos no se
aclaran porque las partes no
participan activamente en
las cuestiones públicas.
El
rol del
Poder Judicial en
controlar la
corrupción ha
sido,
desde el
advenimiento de la
democracia, en 1983,
prácticamente lento. Los
procesos duran, en
promedio,
más de
una década -lo
que virtualmente neutraliza el
efecto simbólico que debieron tener– y,
las excepcionales veces que acaban en
condena,
castigan selectivamente.
En
definitiva,
las instituciones formales,
por su debilidad,
imponen costos extremadamente bajos a
quienes participan de
actos de
corrupción. En
cambio, los
costos por denunciar pueden acarrear un
abanico de
represalias,
según se ha
comprobado en la
investigación efectuada por los
estudiosos del
tema en
nuestro país.
Diario de Cuyo