Un estudio revela que, en la ciudad de Buenos Aires, los chicos con discapacidad tienen menos posibilidades de acceder a la escuela. Si viven en villas, las chances son menores. A los límites físicos se suman los de las instituciones.
El acceso de los chicos con discapacidad al sistema educativo es hasta un 10 por ciento menor que el de los chicos sin discapacidad; y si viven en villas, la desventaja sube hasta el 20 y el 30 por ciento. Así lo muestra un relevamiento de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) efectuado en la Ciudad de Buenos Aires, pero que podría valer para todo el país. Las franjas de edad más afectadas son la de los nenes de 3 y 4 años y la de los adolescentes de 15 a 17, que revelan una alta tasa de deserción. Entre las causas, según la investigación, se destacan “las barreras actitudinales: la resistencia de docentes y directivos de las escuelas para admitir alumnos con discapacidad”. Además, “en las villas hay barreras adicionales para la movilidad” y “los más pobres no pueden pagar maestros de apoyo ni otros recursos”.
El informe –denominado “Una deuda de derechos humanos: la falta de acceso a la escuela de niños/as con discapacidad y de niños/as con discapacidad que viven en villas. El caso de la Ciudad de Buenos Aires”– señala que, “según el último censo, el 96,7 por ciento de los niños y niñas de 5 años que viven en la Ciudad Autónoma asiste a un establecimiento educativo. Pero si contamos sólo a personas con discapacidad (PCD), ese porcentaje desciende al 91,9. El 8,5 por ciento de las PCD de entre 3 y 17 años que viven en la Ciudad no asiste a la escuela”, precisa el informe, y señala que, por lo tanto, “en la Ciudad hay más de 1600 niños y niñas con discapacidad de entre 3 y 17 años que no asisten a ningún establecimiento educativo”.
Los datos fueron obtenidos del Indec, a partir de un pedido de información pública efectuado por ACIJ. Diferenciando por edades y tomando el caso de Villa 31 y 31 Bis, para la franja de 3 a 4 años la escolarización total en la CABA, incluyendo nenes con y sin discapacidad, es del 83,5 por ciento, pero para los que tienen discapacidad y viven en la villa, la proporción cae al 51,52, lo cual representa una diferencia de 31,98 puntos. Según observa el informe de ACIJ, “es probable que la falta de vacantes escolares en la Ciudad, que se concentra principalmente en el nivel inicial, afecte especialmente a los niños y niñas con discapacidad”.
Nicolás Schujman, integrante del programa Igualdad Educativa de ACIJ, comentó que “conociendo las barreras de actitud en maestros y directivos para aceptar alumnos con discapacidad, es poco probable que si en la franja de 3 a 4 años hay pocas vacantes, sean para estos chicos. Sabemos, por testimonio de muchos padres de chicos con discapacidad de distintas edades, que para anotar a su hijo en una escuela común deben peregrinar por muchos establecimientos, públicos o privados, hasta encontrar uno que lo acepte. Sucede que los docentes no están formados en una perspectiva de inclusión”.
Para chicos de 5 años, el total de escolarizados en la Ciudad llega al 96,7 por ciento, pero baja al 76,47 entre los que tienen discapacidad y viven en la villa. En la franja de 6 a 11 años, el 99,2 por ciento del total va a la escuela, pero sólo lo hace el 88,46 por ciento de los que viven con discapacidades en la Villa 31. Entre los de 12 a 14 años, va al colegio el 97,8 por ciento del total y el 93,56 por ciento de los que tienen discapacidad y viven en la villa.
La caída en la escolarización de los chicos con discapacidad en la villa es más dramática entre los 15 y los 17 años: el 90,5 de la población total de esta edad va a la escuela, pero lo hace sólo el 68,41 por ciento de los que viven en la villa, con alguna discapacidad: más de 22 puntos de diferencia. Con relación a este grupo de edad, “hay que agregar el hecho de que no existen escuelas secundarias especiales”.
De todos modos, el trabajo destaca que “la solución a este problema nunca podría ser ampliar la oferta de vacantes en educación especial”, ya que “la escuela especial, al ser un espacio segregado, discrimina a las personas con discapacidad y viola su derecho a una educación inclusiva”.
Por lo demás, “es esperable que las barreras y obstáculos a la inclusión en escuelas comunes afecten en mayor medida a los sectores más pobres, ya que éstos en general no tienen recursos para pagar maestros de apoyo, ni cuentan con una obra social que cubra los recursos para la inclusión”.
Schujman advirtió que “en las villas aparecen barreras adicionales en lo referido a la movilidad; las calles suelen no estar pavimentadas y los accesos son difíciles”. El investigador señaló que “tomamos el caso de las villas porteñas porque, en general, trabajamos con temas de la Ciudad de Buenos Aires. Pero, por ejemplo, en zonas carenciadas del conurbano bonaerense, probablemente la situación sea similar o peor. El problema concierne a todo el país”.