Estatizada en 2008, la empresa ya perdió 2.861 millones de dólares sin registros ni control externo. Las claves: aviones inapropiados, rutas mal operadas, talleres inactivos y varios negocios perdidos.
Hace cuatro años, la noticia recibió un apoyo unánime: después de casi dos décadas de desastrosas gestiones privadas, el Estado había recuperado Aerolíneas Argentinas. Pero ni aquel formidable sostén político ni los miles de millones de pesos que desde entonces el Gobierno hizo llover sobre la empresa lograron enderezar su rumbo: una organización antieconómica, gestores poco profesionales, planes fallidos, decisiones erráticas, muchaimprovisación y equivocaciones que se buscan ocultar bajo la gastada alfombra de undiscurso nacionalista épico y la f alta absoluta de controles .
En las últimas cinco semanas, Clarín recogió el testimonio de una docena de fuentes empresariales, sindicales, contadores y especialistas en el mercado aéreo; recorrió aeropuertos, visitó hangares y recogió balances, informes y papeles internos de la firma. También consultó a las autoridades de Aerolíneas, que desde hace cinco días tienen en sus manos un cuestionario que no respondieron . Este informe presenta las conclusiones de la investigación.
Desde que el Estado tomó el control de la empresa, el 3 de septiembre de 2008, le transfirió 2.861 millones de dólares . Este año, los envíos presupuestados son de 550 millones de dólares, pero en el primer cuatrimestre la aerolínea ya consumió 422 millones.
¿En qué se gasta la plata? Nadie lo sabe.
Ni el Congreso, ni los organismos de control, ni siquiera el ministro de Planificación, a quien se le escuchó reclamar alguna rendición por las fortunas que le remesa a Mariano Recalde y Axel Kicillof, los popes de La Cámpora que manejan Aerolíneas.
Habrá explicaciones, seguro. Pero también abundan las martingalas financieras y los ajustes en el relato de la historia. De hecho, hace sólo un par de semanas se aprobó el “balance rectificativo” del 2008, que es el último que se conoce. ¿Qué había pasado? Era necesario blanquear –¿e inflar?– pérdidas de la contabilidad anterior que en su momento no habían sido objetadaspor Néstor Kirchner. Así, se “descubrió” que Aerolíneas había perdido 385,5 millones de pesos en 2004; 611,8 millones en 2005; 1.032 millones en 2006 y 1.635,3 millones en 2007. Con la cadena de pagos quebrada y la confianza en la empresa por el piso, la reconstrucción sería dura. Para encararla, haría falta mucha experiencia, conocimiento y profesionalismo.
No los hubo.
En cambio, pasó lo siguiente: Mientras que las líneas aéreas de mediano tamaño se están fusionando para optimizar sus recursos (sólo en América latina, la chilena LAN con la brasileña TAM, Avianca –de Colombia– con la salvadoreña Taca), aquí seguimos manteniendo dos firmas, Aerolíenas y Austral, cuyas flotas son distintas y sus pilotos ni siquiera se hablan. Y hay duplicaciones ridículas : gerencias de Operaciones, Mantenimiento y Tripulaciones, por ejemplo. En 2008, el grupo Aerolíneas (Austral, Aerohandling y Jet Paq) tenía 9.173 empleados. Aunque en tres años se jubilaron unas mil personas, hoy hay más de 10.000 empleados, incluidos 17 gerentes y muchos militantes de La Cámpora.
Es cierto: en Aerolíneas también hay 260 nuevos pilotos, más mecánicos y personal de tierra, contratados para una expansión que aún no llegó.
Los aviones.
Con la saludable intención de unificar las flotas, la gestión estatal decidió desprogramar –dejar de volar– diecisiete aviones y comprar o alquilar otros. Pero ese recambio se hizo a las apuradas, causando más pérdidas y nuevos problemas. Ejemplos: hay diez aviones Boeing 737-500 parados en distintos aeropuertos del país. Hasta que se los transfiera a otra empresa o se los devuelva –las firmas que alquilan, llamadas lessors, no suelen aceptar devoluciones tempranas– por cada uno de los que queden se paga un alquiler mensual de unos 120.000 dólares . Por otros Boeing 747-200 parados en Ezeiza, se gastarían varios millones de dólares por mes. Y por al menos tres –dos fuentes dicen que son siete– aviones MD de Austral estacionados en San Juan y otros aeropuertos, se pagan entre 80.000 y 95.000 dólares mensuales.
En Ezeiza yace un Jumbo abandonado cuyo alquiler cuesta 565.000 dólares por mes , y no se puede devolver hasta febrero de 2014. Sólo se lo reanimó momentáneamente para llevar a Cristina y su comitiva a Angola.
¿Qué aviones tenemos hoy? Aerolíneas vuela con 19 Boeing 737 NG –hay otros siete prometidos y uno debería haber llegado ahora, pero no lo trajeron p or falta de fondos – y 11 aviones Airbus 340.
Son 30 aviones. Y Austral tiene 20 aviones Embraer 190 nuevos y propios. Total: 50 aviones. Las promesas de Recalde-Kicillof dicen que para 2014 habrá 73 aviones. Hay un año y medio para aumentar la flota un 50%. También vocean la necesaria homogeneización de esa flota para abaratar costos y mantenimiento, pero entre aquellos tres tipos de aviones conviven once configuraciones diferentes : distintas potencias de motor, aviónica (componentes electrónicos) o interiores de cabina, por ejemplo.
¿Tenemos los aviones correctos? Depende para qué los usemos. Aunque Cristina dijo en marzo que Aerolíneas tenía la flota más moderna de América latina, en realidad sólo Austral podría serlo, con sus 20 aviones nuevos. La edad promedio de las 30 naves de Aerolíneas supera los diez años , lo que la ubica en el puesto 11 del ranking regional. Tres de los Airbus 340 son de 1994 y 1996, fueron usados antes por las líneas Singapore y Cathay Pacific. Para unificar los asientos y poder usarlos, se gastaron 21 millones de dólares. Pero resulta que esos Airbus 340 –con los que se vuela a Miami, Europa y Oceanía– son innecesariamente costosos : con cuatro turbinas en lugar de dos, gastan más combustible que su modelo “mellizo” 330, y además no pueden llevar mucha carga. El mercado lo sabe: Airbus vendió sólo 375 modelos 340 –y el año pasado los dejó de fabricar– y 1.100 modelos 330.
Con los Airbus se hace la ruta más rentable de todas, Buenos Aires-Madrid. Pero como sólo carga 280 pasajeros, harían falta otras 40 plazas para llegar a alcanzar el punto de equilibrio económico . Un detalle: los viejos Boeing 747, como el que duerme en Ezeiza, tienen 440 asientos, y pueden cargar 20 toneladas de carga. ¿Por qué no se usa, al igual que los otros aviones desprogramados? Nadie lo sabe. Los relucientes Embraer comprados en Brasil para Austral, son chicos y no pueden llevar mucha carga. En los vuelos a la Patagonia, han debido llevar valijas en otros aviones.
Reticentes a hablar para no ser señalados como culpables de los fracasos, los sindicatos están ansiosos por el descalabro. Jorge Pérez Tamayo, titular del gremio de pilotos de Aerolíneas, arquea las cejas, elige las palabras: “Es una época de transición, que todavía sigue. Peroestamos preocupados.
Esperamos los aviones que prometieron”, dice. Es que los pilotos vuelan poco. Incomprensiblemente, los aviones también: entre ocho y nueve horas, cuando podrían volar catorce.
Los talleres.
Aunque bien mantenidos siempre son seguros, los aviones son redituables en sus primeros diez años de vida . Luego, hay que gastar más en controles y reparaciones. ¿Cómo están los talleres de Aerolíneas, que a fines de los 80 podían atender el 80% del mantenimiento de los aviones propios y ofrecían servicios a otras líneas de la región? Viejos.
Obsoletos. Casi abandonados.
Preparados para atender los aviones que se acaban de desprogramar. Y no se hacen los cambios necesarios. Según los documentos a los que accedió Clarín , comprar el kit necesario para adaptar un banco de pruebas para motores costaría 85.553 dólares. Teniendo en cuenta la cantidad de 737-NG que habría que atender, y que una recorrida general de sus motores cuesta 35.000 dólares, el retorno de aquella inversión llegaría en 15 meses . Algo similar ocurre con los bancos para arrancadores (el kit cuesta 84.845 dólares, la recorrida sale 35.000, con un promedio de cuatro recorridas por año la inversión se amortiza en diez meses) y con el banco computarizado, cuya adaptación saldría 90.737 dólares. Se usan para probar una pieza que se llama IDG, y cada prueba en un Airbus cuesta 65.344 dólares.
Mientras, se desperdicia dinero : por falta de dos equipos necesarios para detectar fallas electrónicas sin desarmar componentes –costarían 6 millones de dólares–, el 40% de las piezas que se bajan del avión al final no tiene fallas.
Oportunidades perdidas.
El año pasado, la aerolínea alemana Lufthansa le ofreció a Aerolíneas crear un grupo de asistencia técnica para reparar motores ante emergencias. Ellos pondrían las herramientas, el entrenamiento y derivarían trabajo, los argentinos pondrían el personal. Pero l a idea quedó en nada : al parecer Recalde quiere hacer un taller para motores de los aviones Boeing 737 NG, cuyas primeras reparaciones se harán en 2014. Ese taller tampoco se hizo, claro. “Y mientras nos queman los motores de los Airbus 340, cuya reparación en el exterior sale unos cuatro millones de dólares ”, dicen dos empleados de la empresa que por temor niegan la difusión de sus nombres. Según fuentes de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA), la inversión necesaria para procesar todos los motores de los distintos aviones de Aerolíneas-Austral sería de 62,1 millones de dólares. Si se compraran los necesarios bancos automáticos de prueba para el taller de Aviónica habría que pagar 3,2 millones más, y con otros 4 millones que costaría el prometido y no concretado nuevo hangar en Ezeiza, toda el área técnica de la empresa podría reverdecer con una inversión de 70 millones de dólares.
“No queremos que se vayan divisas ni fuentes de trabajo al exterior”, dice el titular de APTA, Ricardo Cirielli.
Clarín también accedió a los documentos de otra propuesta de negocios que Aerolíneas ni siquiera contestó. Ocurrió a fines de 2010 y provenía de la firma Panasonic, que ofrecía implementar junto a Aerolíneas un taller de mantenimiento y reparación de los sistemas de entretenimiento de abordo . Un dato: sólo los 20 nuevos Embraer de Austral suman 2.000 pantallas individuales de video. Los aviones de LAN y de TAM usan equipos de esa marca, y podrían mantenerse en Argentina. Y ahí también se gasta: entre octubre de 2009 y octubre de 2010, el costo de esos controles hechos en el exterior fue de 213.360 dólares. El alquiler de equipos que proponía Panasonic salía 52.200 dólares.
Rutas y pasajes.
Se está volando más al interior. Y se crearon dos “corredores federales” que unen distintos puntos del país sin pasar por Buenos Aires. Per o las tarifas son inexplicables , o más bien guardan coherencia con las duras reglas del mercado: donde hay competencia, el precio es más bajo. Por eso volar a Puerto Iguazú sale 945 pesos, pero a Posadas cuesta 1.334. Para ir a su provincia, los formoseños deben pagar 1.428 pesos, el doble de lo que cuesta viajar a Asunción del Paraguay (704 pesos). Los ejemplos pueden seguir. Los especialistas consultados aseguran que hoy se venden pasajes de más, y que el endoso de esos pasajeros a otras aerolíneas es muy caro. Tampoco se explican por qué hay una oferta de 2 x 1 en pasajes de clase Ejecutiva : “más que tarifas sociales, estamos subsidiando a los ricos ” murmuran.
Las rutas voladas también siembran dudas. El rentable viaje a Miami se desperdicia porque el regreso es de día –“quién va a pagar una noche más de hotel para tomar el avión”, se quejan los pilotos–. Se habían prometido vuelos a Nueva York, Londres y París. No se hacen. A México: se realizó durante un lapso breve y se suspendió. Más conectividad con Brasil: sólo se vuela a Río de Janeiro. La política de charters –que restan aviones a la operación regular– y de venta de pasajes a través de ciertas agencias de turismo también están bajo la lupa.
El vidrioso panorama se completa con la falta de controles. A los diputados de la Comisión de Transporte ni les contestan los pedidos de informes, y
tampoco se cumplió el acuerdo firmado por Recalde con la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, para impulsar políticas de transparencia . En América Latina todas las aerolíneas ganan dinero , y piensan en expandirse. Para eso se apoyan en gestiones ultra profesionales en cada gerencia. Argentina viaja rápido, pero en sentido contrario.
Clarín