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S.O.S. agua

Buena parte de la escasez en el mundo se debe a su sobreutilización. A pesar de ser uno de los países con mejor provisión de agua potable, en la Argentina, un 15% de la sociedad no accede a ella

Por Fabiana Scherer

En la actualidad, los expertos coinciden en que el origen de la escasez de agua en el mundo no atiende a razones físicas, sino socioeconómicas. “La clave es poder determinar formas de producción que sean más eficientes en el uso del agua. Para una buena gestión se requiere de una mayor eficiencia. La riqueza del agua está en su administración”, reflexiona Daniel Tomasini, coordinador de Ambiente y Desarrollo Sostenible del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Argentina (PNUD). En América latina, puntualmente en la Argentina, esta mala utilización no parece tangible por las importantes reservas de agua dulce que posee el territorio.

Entonces, ¿en nuestro país el problema no es la escasez?

No. Ya en un informe que presentó la PNUD en 2006 decíamos que el problema no es la escasez. El verdadero problema es organizacional. La Argentina es un país que comprende territorios húmedos y secos. Tenemos agua en promedio para todo el mundo. Hay una gran disparidad por regiones, pero no se trata de escasez, sino de una cuestión política, institucional y organizacional.

Luciana Bercovich, de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), habla de falta de planificación: “Es una decisión política que no esté planificado el derecho al agua. Hoy para los gobiernos tiene que ser una prioridad máxima. En villas de Capital Federal y en algunos cordones del Gran Buenos Aires no tienen acceso al agua segura. No sólo se trata de abrir la canilla y tener agua, sino de saber qué agua es la que consumen. Esta es una realidad de la que no se quiere hablar”.

 
 

“Si pensamos que no contamos con escenarios hídricos en la Argentina para los próximos 20 o 30 años, hablamos sobre todo de falta de planificación adecuada, que no es sólo un tema exclusivo de los decidores gubernamentales, ya que la gravedad del tema exige que se convoque a trabajar juntos a las organizaciones académicas y a la sociedad civil para pensar soluciones colectivas”, sostiene Pablo Vagliente, responsable nacional de la Fundación Avina.

La desigualdad regional en el acceso es uno de los mayores problemas con los que se enfrenta el país. “El agua es desigualitaria -reconoce Andrés Napoli, director del área de Participación Ciudadana de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN)-. El que la tiene, la tiene en abundancia y el que no, la sufre mucho.”

En 2000, los países definieron en el marco de Naciones Unidas los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Allí, el agua aparece como uno de los objetivos clave vinculados con el desarrollo humano, tanto el derecho al agua potable como a los servicios de saneamiento. “En ese acuerdo aparece como una obligación de los gobiernos el garantizar ese derecho a los grupos más débiles y pobres de la sociedad”, explica Tomasini.

Aunque la Argentina es uno de los países de la región y del resto del mundo con mejor provisión de agua potable, aún un 15 por ciento de la sociedad no accede a ese servicio. “La distribución y el aprovechamiento de esos recursos no van acompañados de un uso racional y equitativo -explica Gonzalo del Castillo, de la red mundial Agua y Juventud-. La zona del Gran Chaco Americano es una de las regiones que más sufre este faltante.”

Cuando se habla de escasez o falta de acceso al agua segura (la que, por su condición y tratamiento, no contiene gérmenes ni sustancias tóxicas) muchos piensan en África o en las zonas rurales dispersas de nuestro país. Sin embargo, tal como explica Luciana Bercovich, de ACIJ, “en la ciudad de Buenos Aires, más de 250.000 personas no acceden al agua potable, a la electricidad segura y al servicio de cloacas. Los servicios básicos, que el resto de la sociedad tiene naturalizados, en las villas es limitado o nulo”.

(.) Su carácter indispensable e insustituible hace del agua un bien común -una res pública, como decían los romanos hace dos milenios- de cuyo acceso no puede excluirse a nadie (.), dice El manifiesto del agua para el siglo XXI, del politólogo y economista italiano Riccardo Petrella.

Históricamente las ciudades se han asentado en las proximidades de una fuente de agua, como la ribera de un río o arroyo. Con el transcurrir del tiempo, las poblaciones han experimentado un pronunciado crecimiento demográfico, comprometiendo en muchos casos la satisfacción de la demanda, así como las acciones antrópicas han empobrecido paulatinamente la calidad de recursos. Según la ONU, actualmente más del 50% de la población mundial vive en ciudades. Se calcula que en 2030 llegará al 60% y alcanzará el 70% en 2050. El crecimiento urbano acarrea dificultades en la logística para abastecer de agua a las poblaciones y permitir el saneamiento de sus efluvios cloacales.

“La gran mayoría del país consume agua segura -afirma Pablo Vagliente-; el tema es que aproximadamente el 10% de la población recibe un agua de mala calidad, sea por problemas de contaminación generados por industrias en zonas urbanas y periurbanas o porque no se trata adecuadamente el arsénico (está presente en muchas de las fuentes de agua subterránea en la zona de la llanura chaco-pampeana) o los metales pesados que contienen.”

El 60 por ciento de los ecosistemas que permiten la vida sobre la Tierra están siendo degradados, se destacó en el 1er. Congreso Internacional del Agua, que se realizó en Potrero de los Funes, San Luis. En la Argentina las principales causas de contaminación en ríos y cuerpos de agua están relacionadas con los vuelcos de afluentes cloacales sin tratar. “En lo que se refiere a aguas superficiales -aclara el ingeniero Miguel Gómez, coordinador de la oficina del agua de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación-, las derivaciones que se hacen de los pozos o cámaras sépticas afectan las aguas subterráneas. La contaminación por afluentes domiciliarios se da en casi todo el país porque sólo un porcentaje muy bajo de los residuos cloacales son tratados. Recientemente se inauguró una planta de tratamiento en Tucumán -destaca-. Las obras de saneamiento estuvieron demoradas, recién ahora a través de la concientización se están viendo avances.”

   
 
   

A la hora de enumerar las razones de la contaminación en nuestro país, Miguel Gómez señala la afluencia cloacal y los agroquímicos. “Los plaguicidas, fungicidas y fertilizantes son arrastrados por las aguas de lluvia y llegan a los cuerpos de agua superficiales o se infiltran. Lo mismo ocurre en el Alto Valle del Río Negro.”

En países en desarrollo, el 70% de los desechos industriales se vierte sin tratamiento. Uno de los ejemplos más representativos es el Riachuelo, el tercer río más contaminado del mundo. “La Cuenca Matanza-Riachuelo atraviesa 14 municipios del Gran Buenos Aires y Capital Federal en los 2200 kilómetros cuadrados -explica Andrés Napoli- y cuenta con una población de 7.266.000 personas. El 35% de esa gente no tiene acceso al agua potable, el 55% carece de cloacas y convive con 105 basurales a cielo abierto.”

Años de abandono y desidia convirtieron al Riachuelo en una vergüenza nacional. En julio de 2008, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó una sentencia histórica, en la que ordenó a los gobiernos nacional, bonaerense y porteño a sanearlo a través de la creación de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar). “Las principales fuente de contaminación de la cuenca son los efluentes de origen cloacal -enumera Napoli-, los efluentes de origen industrial, 3500 industrias (50% curtiembres; 20% frigoríficos; otras, el resto) y los 105 basurales a cielo abierto. La población en riesgo supera los dos millones. No podemos seguir conviviendo con el Riachuelo.”

Recientes investigaciones coinciden en que la cuenca Salí-Dulce es la segunda más contaminada de la Argentina. “Comprende cinco provincias: Tucumán, Córdoba, Catamarca, Salta y Santiago del Estero -enumera el ingeniero Miguel Gómez-. El aumento de la actividad industrial ha producido problemas de contaminación; el más visible fue la mortandad masiva de peces. En las zonas ribereñas de Tucumán se instalaron en las últimas décadas, veintenas de ingenios azucareros, plantas destiladoras de alcohol, frigoríficos e industrias citrícolas. Muchas de estas empresas arrojan los residuos tóxicos de su producción (como cachaza o vinaza) al cauce de las aguas. Además del crecimiento de la población que hizo que se sumaran los desechos cloacales. Ante tal panorama, en diciembre de 2011 se firmó un acuerdo entre las empresas en las que se comprometieron a reducir el impacto ambiental. En la cuenca del río Colorado (atraviesa Mendoza, Neuquén, Río Negro, La Pampa y Buenos Aires) se está controlando la contaminación por hidrocarburos.”

USO Y DERROCHE

“En la ciudad de Buenos Aires somos derrocheros -dice la licenciada Graciela Keskiskian, coordinadora del departamento de Educación de la Asociación de Amigos de la Patagonia-. Tenemos el lujo de contar con 500 litros de agua por día (la OMS estima que el uso de 50 litros de agua potable por día y persona constituye la cantidad necesaria e indispensable). Educar es importantísimo para generar una real conciencia. Por eso buscamos capacitar a docentes para que actúen en las escuelas como agentes multiplicadores.” El programa es una adaptación del Project WET (Water Education for Teachers) de Unesco-PHI (Programa Hidrológico Internacional). “En la Argentina es necesario asumir una conducta responsable, como arreglar una canilla que gotea o tomar conciencia del derroche que se realizan en los riegos destinados a la agricultura.”

En este punto, la Argentina, como otros países, no es la excepción. “La mayor parte de agua dulce (el 70%) se utiliza para la agricultura con ineficientes sistemas de riego”, acentúa Tomasini, de PNUD. A escala global, el 80% de los recursos hídricos que consumen se destinan a la producción agrícola.

El uso eficiente del agua comienza a considerarse una temática social de las comunidades. “Si sobreutilizan los recursos se genera un déficit de agua a futuro que puede afectar a las nuevas generaciones -explica Ana Carolina Herrero, directora de la Licenciatura Ecología Urbana en la Universidad Nacional General Sarmiento-. Sobre todo, considerando que con la exportación de los alimentos también se están exportando litros de agua a través de la medida de la huella hídrica.”

La demanda de agua crece debido al aumento de la población y a las mejoras en la calidad de vida. En este punto, la Legislatura porteña aprobó en julio de 2012 una ley para que los nuevos edificios que se construyan en la ciudad recuperen el agua de lluvia para usarla en la limpieza de veredas y el riego de plantas. Además del ahorro de agua, se buscará amortiguar el impacto de las tormentas. Esta es una tendencia que se está desarrollando a nivel mundial. “En la ciudad de Buenos Aires no se la valora como se debe -dice Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la ciudad-. Sin agua no hay vida y eso es así de simple.”

El océano está hecho de gotas de agua -decía la Madre Teresa de Calcuta-, así que tu gota es importante porque, con otras gotas, podemos hacer un océano.

CIFRAS ALARMANTES

 Se estima que en el mundo, el 80% de todas las enfermedades y el 33% de las muertes están relacionadas con la inadecuada calidad de agua.

  • La mitad de la población mundial sufre enfermedades asociadas con la contaminación del agua y la falta de higiene. Las más frecuentes son las gastrointestinales, como el cólera, aunque también hay hepatitis y disentería.
  • Según cifras de Unicef, el agua no apta para el consumo es la culpable de la muerte de 4000 niños cada día.
  • Diariamente se producen 6 mil muertes por diarrea. La mayoría de las víctimas son menores de 5 años. Más de 50 países todavía reportan a la Organización Mundial casos de cólera.
La Nación / Revista