Por Alejandro Cánepa
A pocas semanas del comienzo de las clases, once mil alumnos no tienen su lugar asegurado en las escuelas públicas de Capital. La falta de aulas convive con las transferencias a colegios privados, algunos de ellos de zonas exclusivas. El Presupuesto educativo de la Ciudad analizado por especialistas.
Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, en Las Cañitas; Colegio Mekhitarista, en Belgrano “R”. Escuelas ORT, en Almagro y Núñez. Instituto Saint Exupery y Canada School, en Caballito. Instituto Martin Buber, en Palermo. Y la lista sigue. Estos son algunos de los colegios privados (religiosos y laicos) que cobran aranceles medianos o altos, y que reciben subsidios del gobierno de la Ciudad, un ítem que representa una parte significativa del Presupuesto educativo porteño. En paralelo, la inversión en infraestructura escolar disminuyó de 2012 a 2014, y además se subejecutaron sus partidas. La consecuencia es concreta: faltan escuelas públicas para miles de chicos. Y el propio ministro de Educación de la gestión del PRO, Esteban Bullrich, reconoció oficialmente que al menos 7 mil pibes no tienen vacantes aseguradas en el sistema público, y que otros 4 mil tampoco tienen su lugar garantizado por problemas “en la validación del sistema online”.
A esta altura de los acontecimientos, queda claro que las miles de vacantes que faltan cubrir no obedecen principalmente a cuestiones informáticas. En ese sentido, el propio Bullrich se sinceró y dijo: “La cantidad de vacantes va por un camino paralelo al sistema de inscripción online”. Lo que faltan son obras públicas destinadas al ámbito educativo. Y ahí entra en juego el análisis de los Presupuestos porteños de los últimos años.
En relación con el total del Presupuesto, la parte que el macrismo destina a Educación bajó del 28% en 2010, al 21% para 2014. Si bien la Ciudad tiene más ingresos, en términos proporcionales los recursos que se le destinan al sistema educativo acentúan su descenso.
La economista del Centro Cultural de la Cooperación, Carla Degliantoni, dice a Miradas al Sur: “La plata destinada a subsidios a la educación privada tiene una ejecución prácticamente del 100%. Al mismo tiempo, en lo que es infraestructura en escuelas públicas, se reduce el porcentaje total en relación con el Presupuesto general y además se subejecutan las partidas, es decir, no se gasta todo lo estipulado”. A modo de ejemplo, el rubro destinado a infraestructura escolar pasó de 400 millones en 2012 a 200, para 2014. Y en 2013 se ejecutó el 69% del dinero previsto. En relación con el total del Presupuesto, la parte destinada a edificar escuelas es de apenas el 1,8%. En paralelo, los subsidios a las escuelas privadas representan el 16% del total.
Sobre este tema, el legislador porteño de la Coalición Cívica e integrante de la Comisión de Educación, Maximiliano Ferraro, explicó: “El Estado porteño paga X dinero a distintas escuelas privadas. Por ejemplo, al Colegio Esclavas, de Belgrano, recibe subsidios por el 40% de los salarios docentes. ¿Tiene sentido eso? No estamos hablando de colegios parroquiales de Mataderos o de Villa Lugano”.
Así, ese colegio de Belgrano recibió en abril de 2013, cuando cobraba una cuota de más de 2.700 pesos, un aporte de 47 mil pesos por parte del gobierno porteño. Mejor le fue a la ORT en el reparto, ya que recibió para sus dos sedes 2 millones de pesos. El Mekhitarista, ubicado en pleno Belgrano “R”, se benefició con 46 mil pesos.
Degliantoni agrega otro dato importante: durante los últimos años, los subsidios al sector educativo privado fueron mayores inclusive a lo contemplado en el Presupuesto. “O suman plata por otros canales, o le sacan a unos programas para destinarlos a la educación privada”, conjetura la economista. Alguien podría aventurar que los recursos que no se ejecutan para construcción de escuelas son los que alimentaron los fondos extra para el sector privado.
La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), en su informe sobre el Presupuesto 2014, afirmó: “La asignación de un presupuesto tan elevado al otorgamiento de subsidios a escuelas de gestión privada resulta grave, dado que se trata de recursos que son asignados discrecionalmente por el Poder Ejecutivo, sin una ley que reglamente los criterios para su otorgamiento. El Gobierno no expone públicamente cuáles son los criterios tenidos en cuenta para definir qué escuelas privadas reciben subsidio, ni para definir cuál es el porcentaje de aporte que se les otorga.” Esa plata, cuyos parámetros para ser otorgada a empresas educativas no se conocen, será de más de 2 mil millones de pesos para el corriente año.
En el otro hemisferio de la educación porteña, a pocas semanas del comienzo del ciclo lectivo 2014, miles de chicos (y de padres) tienen incertidumbre sobre qué pasará con su ingreso al sistema público. Si no hay una solución de último momento, según las propias palabras de Bullrich, unos 7 mil pibes se quedarán sin lugar. Pero también hay, oficialmente, otros 4 mil en una zona gris, ya que supuestamente se les asignó una vacante online y luego se les retiró la misma.
El jueves pasado, Bullrich envió un informe sobre la situación de falta de vacantes a los legisladores. “La verdad es que el informe nos deja insatisfechos. Falta información por niveles y faltan los datos sobre en qué escuelas hay problemas de vacantes”, dice Ferraro, que forma parte del interbloque de UNEN. “Tampoco nos informó sobre bajo qué figura se compraron las aulas container, de qué rubro del Presupuesto salió esa plata y de cuál salió el dinero para financiar la inscripción on line”, agrega.
Para los padres que no pueden inscribir a sus hijos en las escuelas públicas de la Capital, queda la opción de enviarlos a establecimientos privados. O arreglárselas por su cuenta, ya sea al dejar al chico en la casa o dárselo a un familiar o vecino. Al no haber datos oficiales de dónde son las ausencias de vacantes, no se puede tener un panorama claro de cuáles son los barrios más afectados. Aunque en los años anteriores, los problemas perjudicaban –aunque no solamente– a los chicos de la zona sur de la Capital. Esto echa por tierra la fábula de que la falta de vacantes obedezca a que “toda la gente quiere mandar a su chico a un colegio prestigioso”. Otra explicación pedestre responsabiliza a los “que viven en provincia y mandan sus hijos a Capital”, al déficit de lugares. En ese sentido, Roberto Amette, coordinador del área de Igualdad Educativa de ACIJ, aclara: “En las reuniones de la mesa de trabajo que tenemos con las autoridades de la Ciudad, nos informaron que los casos de chicos sin vacantes el año anterior, con domicilio en la provincia de Buenos Aires, fueron 429”. Por lo tanto, esa cantidad se diluye entre los más de 6 mil casos de chicos sin vacantes durante 2013. “Y más allá de la cantidad, la falta de vacantes es un problema de políticas públicas de toda la Ciudad. Focalizar el problema en los casos de chicos que viven en provincia, es hacer un desvío del tema”.
Ferraro concluye: “No hay jardines maternales suficientes. Y en algunos casos puede que deriven chicos a establecimientos que dependen de Desarrollo Social, pero que no son escuelas y no pueden cumplir esa función”. Cabe recordar que, por edad, el sector de la población más perjudicado por la falta de vacantes es el que va desde los 45 días a los 4 años.
La rectora de la Escuela Normal Mariano Acosta, Raquel Papalardo, ejemplifica: “Nuestra escuela ha presentado la fundamentación para la apertura de inicial, por pedido de la comunidad educativa y con acuerdo de todos los directivos, hace dos años. Han pasado dos años y no hemos tenido respuesta, no hemos tenido propuesta de las reparaciones a realizar. ¿Por qué será?, sabiendo la necesidad que tiene la Ciudad y en especial la zona sur con la cobertura de vacantes de inicial.”
En 2002, según la ACIJ, faltaron 4.200 vacantes. La cifra no dejó de bajar hasta llegar a (por lo menos) 7 mil. La población en la Ciudad no aumentó, con lo cual hay que buscar otros factores que expliquen la escasez de vacantes. La doctora en Ciencias de la Educación Myriam Southwell enumera, entre otras causas, que “las leyes han ampliado –afortunadamente– la cobertura en distintos sentidos” y que “también –y algo que no suele ser reconocido como un dato positivo– que la sociedad siguen pidiendo que sus hijos vayan a la escuela, e incluso vayan más tiempo. Eso lleva implícito una confianza en la escuela, independientemente de que se les pida más y se le cuestione que debería hacer las cosas de otra manera”.
Mientras las aulas container funcionarán como un parche para colocar allí a algunos de los chicos sin lugar, y dejando de lado problemas digitales, la falta de escuelas públicas es una realidad cada año más palpable. Desde ACIJ, Amette asegura: “La problemática de la falta de vacantes es una constante, no se hizo nada para resolver el tema. Esto es ‘crónica de una muerte anunciada’. Explotó por la cuestión de las inscripciones online, pero el problema es estructural”. Por su parte, Southwell remata: “La política macrista hacia la escuela pública es no sólo de descuido, sino incluso –diría– con fuertes ataques a su continuidad en términos aceptables”.