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Vuelta a clases: el desafío de combinar las diversas capacidades de los chicos en una misma aula

Una mochila rosa de carrito tiene un lugar preferencial en la habitación de Josefina Rojas desde hace más de un mes. Cada vez que la mira, le brillan los ojos. “El primer día de colegio voy a leer un cuento”, reza una de las hojas del cuaderno que comenzó a preparar a modo de adaptación con su equipo terapéutico y su familia a principios de febrero. En pocas horas estará sentada en uno de los salones de 1º B, rodeada de niños que nunca vio antes.

A su madre, Pamela Rodríguez, de 37 años, se le escapa una sonrisa de pensar que su hija vestirá la pollera escocesa y la remera con el logo de la misma escuela a la que ella asistió en su niñez. “Me emociona verla crecer y también sé que será un gran desafío”, dice. Josefina, de 6 años, nació con síndrome de Down y hoy, como otros tantos niños, comienza su primer día de clases.

Con excepción de Santa Fe, Nuequén, Santa Cruz y Chubut, que harán paros en rechazo a las ofertas salariales que hicieron los gobiernos provinciales, hoy comenzarán las clases en el resto del país. Será uno de los inicios lectivos menos conflictivos de los últimos años.

A las pocas semanas de embarazo, los médicos le informaron a Pamela que “lamentablemente” -según sus palabras- su bebe nacería con una discapacidad. “Desde ese momento supe que tendría que derribar muchos prejuicios”, expresa esta madre que pasó por nueve entrevistas en diferentes escuelas antes de decidirse por el San Andrés Chilavert School, en Villa Ballester, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires. Según cuenta, en todas las instituciones experimentó algún tipo de discriminación.

Ella entiende que este no fue el último de los obstáculos que tendrá que sortear y sabe que su hija tiene derecho a una educación inclusiva, según el artículo 24 de la Convención Internacional de los Derechos de Personas con Discapacidad y lo establecido por la Constitución.

“No tenemos más vacantes para chicos con discapacidad”. “Presentanos los informes médicos y después te avisamos”. “Si es con integración vas a tener que esperar la confirmación de la directora”. Estos fueron algunos de los argumentos que usaron las instituciones con las que Rodríguez se contactó para restringirle el acceso.

La historia de Josefina se repite por miles en nuestro país. Si bien son cada vez más los chicos incluidos en escuelas comunes -esa matrícula creció un 400% en 15 años-, los especialistas coinciden en que aún es grande la deuda en relación con las estrategias que implementan.

Para Celeste Fernández, que integra la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), es común que las escuelas impongan barreras a las personas con discapacidad. “La resolución 311/16 del Consejo Federal de Educación establece que todas las escuelas tienen el deber de adoptar las medidas necesarias para garantizar que el alumnado con discapacidad aprenda y participe en igualdad de condiciones. Sin embargo, hay instituciones que dicen no estar preparadas o que el cupo para alumnos con discapacidad ya está cubierto. Otro caso común es que sugieran la inscripción de estudiantes con discapacidad en una escuela especial y eso es incurrir en un acto ilegal”.

Hasta el año pasado, Josefina fue a un jardín maternal con una maestra de apoyo dos días por semana. “En la institución, supieron acompañarla y entender que sus tiempos de aprendizaje son diferentes. Eso fue clave para su adaptación con el resto de los chicos. Estamos en la búsqueda de una maestra integradora que pueda ayudarla a adquirir las herramientas que necesite en esta nueva etapa”, explica la madre.

“No es lo mismo integrar que incluir. Entre los casos de exclusión más frecuentes aparecen la imposición de permanencia de grado, la negación a implementar medidas de accesibilidad o de entregar la certificación del título”, dice Pilar Cobeñas, que formuló un manual de educación inclusiva para docentes junto a la ONG Grupo Artículo 24.

Para que la educación se transforme debe ser universal. Esto implica, para Cobeñas, que los docentes adopten propuestas pedagógicas que promuevan el aprendizaje y la participación de todos. Y agrega: “Es fundamental que estos trabajen colaborativamente con el personal de apoyo y no de forma aislada como suele darse en muchos casos”.

A Rodríguez se le tiñe de vitalidad la voz al referirse a la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (Asdra), donde según expresa, recibió un fuerte sostén desde principios de su embarazo. Ahora, es ella quien acompaña a las familias con hijos de 2 a 5 años en este proceso. “Hasta que no lo viví, no me había puesto en el lugar de los padres que tienen un hijo con discapacidad. Por eso, me motiva asistir a otros, compartir mi experiencia y poder informarles cuáles son nuestros derechos”.

Calla unos segundos y con tono reflexivo expresa: “¿Cuál es mi mayor anhelo para Josefina en esta nueva etapa? Me encantaría que pueda armar lazos sociales y que los padres de sus compañeros estén dispuestos a incluirla”.

Según explica Pedro Crespi, director ejecutivo de Asdra, por los reclamos de las familias y ONG en los últimos años se lograron avances en el marco normativo y en el cambio de la mirada social que se tiene sobre la discapacidad, pero todavía existen barreras que derribar: “Los docentes y algunos padres se resisten a la inclusión de chicos con discapacidad, argumentando que van a atrasar al resto. Por eso, es tan importante hacer foco en la capacitación docente y en que toda la comunidad educativa acompañe en el proceso de inclusión”.

En el camino de construcción hacia una educación inclusiva, Cobeñas destaca como factores claves el respeto por las necesidades de cada alumno y una mirada que potencie las fortalezas del individuo: “Hasta no hace mucho, la discapacidad era entendida como una patología. El foco puesto en el déficit es una de las principales barreras para la inclusión. No son los niños los que deben someterse a las condiciones normalizantes de las escuelas, sino la educación la que debe transformarse para garantizar el aprendizaje de todos”.

En esa línea, el pediatra Eduardo Moreno Vivot, especializado en síndrome de Down, explica: “Hoy entendemos que cada persona, tenga o no una discapacidad, tiene potencial, capacidades y tiempos de aprendizaje propios. La inclusión de personas con discapacidad en la educación estimula al resto a estudiar más y a superarse, y le brinda a la escuela la posibilidad de revisar y mejorar sus prácticas de trabajo. En el trabajo colaborativo, los compañeros crecen en virtudes, respeto y solidaridad”.

Hacia el final de la jornada, Josefina llegará a su casa y entre los almohadones, osos de peluche y cubrecama rosa de su habitación, le contará a su madre que finalmente pudo ver a las “ovejas” de la granja del colegio, que tanto habían plasmado en dibujos con lápices de colores en las hojas de su cuaderno.

ACIJ y Grupo Artículo 24 tienen un sitio con información sobre las herramientas que pueden usarse para reclamar el cumplimiento del derecho a la educaciónnclusiva: 
www.porunaeducacioninclusiva.org

Por: Lucía Cullen