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Pocas ideas para mejorar el transporte (La Nación)

Por Ezequiel Nino y Verónica Tarzia
Para LA NACION

El grave problema del transporte urbano se traduce en diferentes niveles de análisis. Por donde se lo examine, se trata de un asunto que no tiene sólo incidencia local sino que también impacta en el escenario nacional.

Entre las distintas dimensiones, un examen económico complejo revelaría cuántos recursos se pierden por los elevados tiempos que consumen los habitantes del Area Metropolitana de Buenos Aires en sus traslados.

Ese cálculo debería tomar en cuenta no sólo un aumento de la actividad por disponer cada persona de mayor tiempo sino también por evitar el cansancio generado por esos interminables periplos; debería incluir la cantidad de iniciativas que se frustran por las dificultades que generan los traslados.

Sociológicamente, el transporte es un servicio esencial para la construcción del entramado social y la disposición del espacio público urbano.

La complicación cotidiana afecta con mayor intensidad a los sectores de menores recursos pues son quienes se encuentran a mayor distancia de sus lugares de empleo y cuentan con escasas posibilidades de moverse alternativamente con automóviles particulares o con servicios privados de pequeños ómnibus. A su vez, sienten notoriamente los gastos que les ocasiona la falta de unificación del sistema y, por ende, deben pagar dos o tres pasajes para trasladarse de un punto a otro. En conclusión, una resolución al menos parcial del problema se traduciría en una mejora sustancial en términos sociales, ya que comportaría una mayor inclusión, e individuales, porque mejoraría la calidad de vida de los habitantes que dispondrían de más tiempo para dedicarse a relaciones familiares, sociales, actividades de recreación y educativas.

El servicio ferroviario suburbano se encuentra en estado calamitoso, los subterráneos funcionan al límite de su capacidad, las empresas de colectivos no sólo incumplen sus frecuencias sino que, además, tienen unidades cada vez más antiguas, incómodas y que dañan gravemente el medio ambiente.

Existen amplias zonas bonaerenses -en general, las más humildes- que no poseen medios de transportes públicos cercanos, las frecuencias nocturnas son escasas y no se respetan, y los tiempos son cada vez más extensos por el tránsito. Entre otras falencias institucionales, no existen inversiones de relevancia, no se regularizan los entes reguladores y no hay coordinación entre las tres jurisdicciones intervinientes. Ninguna de las autoridades pertinentes demostró una actitud innovadora en relación con el asunto.

Algunas soluciones

El transporte no sólo puede resolverse con sumas de dinero sino con soluciones integrales y creativas o replicando experiencias que funcionan en otros sitios. Mientras en Buenos Aires sólo se piensa en la extensión de la red de subterráneos -necesaria pero que no debería ser la única política-, ciudades como México, Bogotá y Quito tienen un sistema de redes transversales de ómnibus que corren por avenidas por carriles exclusivos y con estaciones integrales semejantes a las del transporte ferroviario.

La instalación de trenes ligeros -el Premetro, por caso, que nunca se continuó- o la utilización de carriles exclusivos son algunos de los casos que podrían imitarse.

Dado que existe consenso acerca de la gravedad del problema, es imperioso que se implemente una instancia de planificación adecuada e integral, que contemple los aspectos económicos, sociológicos, técnicos e institucionales del problema, con una adecuada participación de los usuarios.

Dadas las mejores posibilidades económicas del Estado la planificación debe acompañarse con una fuerte cantidad de recursos y una ejecución eficaz y transparente. No obstante, no se trata sólo de un asunto que requiere de fondos públicos sino de funcionarios que pongan manos y cabeza a la obra. Si ello se concreta, los usuarios agradecerán el tiempo dispensado y el tiempo que empiezan a recuperar para sí.

La Nación