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La democracia se prueba en el debate electoral

Por Gustavo Maurino, co fundador de ACIJ.

El filósofo estadounidense Ronald Dworkin, apesadumbrado por el estado de la política de su país, escribió el libro ¿Es posible la democracia aquí?, donde puede leerse este pasaje: “La democracia puede gozar de una buena salud aun careciendo de un debate político serio si existe un consenso amplio acerca de lo que hay que hacer. Puede ser una democracia saludable incluso sin existir consenso si posee una cultura del debate. Pero no puede mantener la buena salud si padece divisiones profundas y encarnizadas y carece de un debate real, porque entonces se convierte en una mera tiranía del número ”.

La frase representa, por desgracia, el estado de nuestras prácticas políticas. Acaso por eso resulte tan valioso el ejemplo de los candidatos y candidatas más representativos de la Ciudad de Buenos Aires de llevar a cabo debates públicos con vistas a las próximas elecciones legislativas. Es sabido que en muy pocas provincias se realizan iniciativas semejantes –puedo contar Santa Fe, Córdoba y poco más- y nunca se han realizado debates entre candidatos presidenciales desde 1983.

Todos valoramos a la democracia como el único medio legítimo de ejercicio del poder político, y estamos dispuestos a sacrificarnos por protegerla. Sin embargo, tenemos diferentes modos de ver lo que la democracia requiere para desplegar todo su valor; y en particular, acerca de cuáles son las virtudes cívicas que debemos tener -y exigir- los ciudadanos y los representantes que elegimos.

En el debate realizado, en el hecho mismo de su realización, latía el pulso de la democracia.

Lo valioso del debate en cuestión fue ver a los candidatos sometiendo de manera recíproca sus ideas a la crítica más intensa que sus rivales pudieran querer hacerle. Lo valioso era ser testigos de la valiente disposición de los candidatos a ser derrotados por los argumentos y razones de sus rivales.

Hemos abrazado un ideal político muy exigente, que pide por una especial clase de valentía. Por suerte, una que está al alcance de todos.

La democracia exige que actuemos con la disposición a someter nuestras convicciones al escrutinio y crítica de los demás; y exige que recíprocamente nos tomemos el trabajo de evaluar los ideales de los demás.

Nos pide la valentía de reconocer al otro –al antagonista con quien estamos en desacuerdo- como un igual con quien debemos discutir de buena fe.

La valentía de renunciar al insulto y el fanatismo. Cuanto más divididos estamos acerca de lo que es mejor para el país, como ocurre en estos tiempos de fragmentación política, más fundamental resulta la valentía que posibilita el debate democrático. La discusión de buena fe nos permitirá re-conocernos, y recorrer juntos el camino que acercará la brecha construida con nuestros iguales. La valentía del debate honesto salvará nuestra democracia.

Clarín.

Medio: Clarín
Programa: Fortalecimiento de la democracia



Palabras clave: Debate electoral, GCBA.