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El presupuesto no se revisa desde 1994 (La Nación)

¿Cómo gasta el Estado? ¿Cumple con lo que estipula el presupuesto anual o ejecuta las partidas a su antojo? Imposible saberlo: desde hace más de una década el órgano a cargo de ese control, el Congreso, no debate las ejecuciones de los sucesivos presupuestos, llamadas cuentas de inversión.

Nunca en la historia de nuestro país había sucedido una demora semejante según los anales del Congreso.

Basta un ejemplo para dimensionar la gravedad del problema. De acuerdo con la cuenta de inversión 2004 que envió la Contaduría de la Nación al Congreso, el Estado aumentó ese año la friolera de 10.000 millones de pesos el total de sus gastos respecto del presupuesto original. ¿Qué hizo con todos esos recursos adicionales? Los reasignó hacia distintos fines, ya sea por medio de decisiones administrativas del jefe de Gabinete o bien por decretos de necesidad y urgencia. ¿Los hizo conforme a la ley, o hubo irregularidades en estas reasignaciones? Para saberlo, el Congreso debería revisar este mismo año esa cuenta de inversión, pero con la demora de más de 10 años que hay en el control de las ejecuciones presupuestarias esto suena a utopía.

La última cuenta de inversión que se sancionó data de 1993. El Senado luego aprobó las tres subsiguientes (94, 95 y 96), pero la Cámara de Diputados se rehusó a tratarlas. No hay que ser demasiado perspicaz para averiguar la razón: se trata del período más controvertido de la gestión del ex presidente Carlos Menem, sobre todo 1994, cuando se concretaron algunas de las privatizaciones de servicios públicos.

Cuando asumió el presidente Néstor Kirchner, en 2003, aquellas controvertidas cuentas de inversión estaban en el temario de la Cámara baja para su debate. La oposición anticipó su rechazo y puso en aprietos al flamante oficialismo: si las rechazaba, podía originar un pleito jurídico de alcances impredecibles, pero si las aprobaba, el Presidente iba a aparecer avalando las cuentas de su adversario.

La decisión que se tomó fue no tomar ninguna decisión. El oficialismo miró para un costado y las cuentas de inversión están demoradas en algún cajón, actuando como verdadero tapón de las siguientes. Fue el camino menos costoso políticamente, aunque no así en términos institucionales.

Comisión mixta

Pocos legisladores en el Congreso dimensionan la envergadura de una cuenta de inversión. Tal vez por eso la Comisión Mixta Revisora de Cuentas del Congreso, encargada de revisar estos informes, como también todos aquellos relevamientos que realiza la Auditoría General de la Nación (AGN), pasa más que inadvertida.

“La cuenta de inversión es el verdadero presupuesto, porque demuestra cómo el Estado gastó los recursos”, sentencia Oscar Lamberto (PJ-Santa Fe), titular de la Comisión Mixta.

Lamberto impulsó varias veces el tratamiento de las cuentas de inversión atrasadas, sin éxito. “Las de los años 97 y 98 ya están listas para ser debatidas también, y no tienen ninguna observación”, se lamenta.

La oposición es consciente de la demora del Congreso, pero no está dispuesta a ponerse al día a cambio de archivar las cuentas de inversión más polémicas. “La responsabilidad es del PJ. Nosotros nos oponemos a la ejecución presupuestaria del 94 porque objetamos los criterios con que se evaluaron los activos del patrimonio sujeto a privatización”, sostuvo el senador Gerardo Morales (UCR-Jujuy), miembro de la comisión.

La AGN, encargada de revisar las cuentas de inversión antes de remitirlas a la Comisión Mixta -que debe aprobarlas o rechazarlas-, reconoce que ha tenido un atraso histórico en esta tarea: recién ahora revisan los ejercicios 2002 y 2003. Desde que asumió Leandro Despouy se aceleraron los trámites y se calcula que el año próximo estarán al día.

Pese a las versiones optimistas de los distintos responsables, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, que sigue con lupa la labor de la Comisión Mixta, es lapidaria. “La comisión legislativa no tiene plazos para el control, lo que le resta efectividad. Además, está integrada en su mayoría por el PJ, lo que significa que el controlante es del mismo signo político que el controlado”, advierte.

Pese a las demoras y las críticas, Lamberto es optimista y cree que así como se creó una conciencia sobre la importancia del presupuesto lentamente sucederá lo mismo con las cuentas de inversión. Por ahora, no parece haber signos de ello.

Por Laura Serra
De la Redacción de LA NACION