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El caos del tránsito porteño (Revista Gente)

Ocho de la mañana de un día laborable cualquiera. Información imprescindible antes de salir de casa. Los vigías anuncian: “Avenida Nueve de Julio: demoras de hasta veinte minutos. Avenida Callao: ocho minutos. Avenida de Mayo: congestionada. Manifestantes marchan por la avenida Leandro Alem. Las inmediaciones del Congreso y de Plaza de Mayo se encuentran congestionadas. Hay un reclamo en Diagonal Sur y Perú. Hay demoras en la línea B del subte. Por obras de bacheo, están cortadas las calles Sarmiento y Perón…”. Malas noticias, pero no raras: cotidianas. Empieza otra jornada imposible en Buenos Aires. ¡Sálvese quien pueda!

“La Ciudad tiene un problema de tránsito. Eso está claro”, admite el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Cada jornada, entre un millón y un millón doscientos mil vehículos entran desde la Provincia a la Ciudad. Más de dos millones circulan por las calles porteñas; 800.000 en el Macrocentro. Las horas pico ya casi no existen: el caos es incesante desde la mañana hasta más allá de las ocho de la noche. Y los viernes, sin límite horario… Desde el Ente Regulador de la Ciudad advierten: “Nos resistimos a usar la palabra tránsito: el tema es mucho más abarcativo. Además de los autos, cada día entran a la Ciudad, desde el Gran Buenos Aires, cuatro millones de personas. A eso le sumamos los tres millones de porteños, el problema del transporte de cargas y personas y el desplazamiento de transeúntes”, dice Carlos Campolongo, presidente del Ente.

Las razones del caos. “Hay un dato estadístico muy claro: el gran crecimiento del parque automotor que se registró después de la crisis de 2001. Para ser precisos, desde enero a julio de este año, el Registro del Automotor de la Ciudad patentó 288 mil nuevos vehículos, y hay que sumar los que se patentaron en la Provincia. La ciudad es la misma, pero la cantidad de autos creció, lo mismo que el transporte público”, explica Daniel Amoroso, legislador porteño del PRO y presidente de la Comisión de Tránsito y Transporte.

Las infracciones (gran mal que padecemos… y gran deporte nacional de todos los tiempos) también ponen sus ladrillos en el gran edificio del caos. “Los porteños, por sistema, no respetamos las normas. Si lo hiciéramos, habría muchos menos accidentes y el tránsito estaría más ordenado. Si vos sabés que en un lugar no podés estacionar, pero dejás el auto porque ‘total son cinco minutos’, después llega otro y estaciona en doble fila, y también llega un camión para cargar o descargar, se forma un enorme embudo… y todo empezó por una infracción”, dice Amoroso.

Las miles de obras de bacheo que se están haciendo ayudan, pero también entorpecen. Según informa el Gobierno de la Ciudad, cuando Mauricio Macri asumió la jefatura se relevaron 17.000 baches, sumados a los 2.500 nuevos que se abren… ¡cada mes! Hasta el momento, explican, se taparon 18.000, y quedan otros 20.000 para reparar hasta fin de año.

“Sí, es cierto que en algunas zonas se genera un colapso por la cantidad de obras, pero la ciudad estaba rota: había que hacerlo. Es mucho más razonable ir avanzando por barrios que llevar la máquina de una punta a la otra de la ciudad. Si solucionamos el mal estado de las calles, se va a poder circular mejor”, promete Rodríguez Larreta.

Carriles si, carriles no. El martes 10 de septiembre, más que un caos, la ciudad fue un infierno. Unos 500 colectivos se concentraron sobre Avenida de Mayo, entre Bolívar y la 9 de Julio, taponando prácticamente todo el tránsito. ¿El motivo? Una protesta del gremio en rechazo a la supuesta intención del Gobierno porteño de permitir la circulación de taxis en los carriles exclusivos para transporte público.

“La marcha fue inexplicable. Lo único que hicieron los colectiveros fue medir fuerzas con los taxistas, que el 19 de junio ya habían hecho su marcha. En las horas pico no hay taxis vacíos circulando”, dice Rodríguez Larreta. En teoría, los carriles exclusivos permitirán que los colectivos se desplacen más rápido, y por eso, antes de fin de mes, las autoridades quieren tener ya inaugurados los carriles de Callao y de Córdoba. Además, el proyecto es extenderlos, en los próximos meses, a la avenida Pueyrredón, y durante el verano, a Santa Fe y a Juan B. Justo.

Pero según los taxistas, los carriles los perjudican, ya que les impiden levantar pasajeros por la mano derecha: un hábito difícil de desterrar. En cambio, según los colectiveros, los taxis que marchan lentamente a la caza de pasajeros son un estorbo para su circulación. Una batalla de tirios y troyanos a nivel de carriles…

“Esto nos conviene a todos. Dentro de lo que podemos hacer para mejorar el transporte público, es la primera medida que vamos a tomar”, afirma Rodríguez Larreta. Mientras, los jefes de la Ciudad esperan que los gremios se sienten a negociar…

La difícil solución. Una premisa tipo “sí o sí” es desalentar el uso del automóvil particular. Pero las alternativas no lucen fáciles. “Mejorar el ferrocarril, los colectivos, los taxis y los subtes es fundamental para ordenar el tránsito. Hay que darle a la gente opciones para que no use el auto. Lo ideal sería que se pudiera dejar el vehículo en la General Paz, en una playa de estacionamiento, tomar el tren en Liniers, bajar en Once y pasar al subte para llegar al Microcentro. Desde luego, si se viajara cómodo, con aire acondicionado, en un buen vagón, eso sería mucho más sencillo. Pero si la gente debe viajar colgada, la opción es imposible”, razona el legislador Amoroso.

Entretanto, en el entuerto del tránsito, los cañones apuntan a la responsabilidad de la Nación. Según un estudio de la ONG Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), la situación de los servicios de transporte público en la Argentina “es calamitosa. Los trenes no cumplen su horario; los vagones se saturan de gente; las líneas de colectivos cada vez tienen menos unidades y funcionan en pésimas condiciones; en los subtes no se respetan las frecuencias horarias y los servicios son interrumpidos sin razón aparente”, dice Celina Giraudy, una de las investigadoras a cargo del tema. Según esa institución, la responsabilidad por las falencias en los servicios del rubro recae sobre la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), pero está intervenida por orden del Poder Ejecutivo desde el 2001… e indefinidamente. Mientras tanto, la promesa de campaña de Mauricio Macri (construir entre diez y doce kilómetros de subte por año) parece desvanecerse en medio de las acusaciones al Poder Ejecutivo Nacional de obstaculizar los créditos internacionales. En noviembre se inaugurarán dos nuevas estaciones de la línea A, Puán y Carabobo, pero al mismo tiempo el jefe de Gobierno admitió esta semana que no podrá ampliar la red tal como había prometido. “La situación económica del país no nos ayuda. Prácticamente el cien por ciento depende de la Nación”, justifica Amoroso.

Frente al caos, las autoridades de la Ciudad estudian otras medidas: ampliar el Macrocentro, establecer un sistema de anillos y peajes para entrar al Macro y Microcentro, volver al sistema de patentes pares e impares, crear más calles peatonales, hacer cumplir estrictamente los horarios de carga y descarga y profundizar el control de infracciones y la educación vial.

“El mensaje tiene que ser claro. Acá no hay solución mágica”, advierte Campolongo. Sin duda. Aunque los que sufren cada día en Buenos Aires creen que esto “no lo arregla ni Mandrake El Mago”, como dijo un escéptico en una encuesta callejera.

Por Gabriela Pepe

Revista Gente